ESCUCHAR, COMUNICAR y MOTIVAR, las claves en un proyecto social



Los que hemos trabajado en proyectos sociales sabemos la carga de buena intención que acompaña cada una de esas iniciativas y cómo en las reuniones de planificación se fantasea con una intervención que fluirá según el plan y terminará transformando para bien, la vida de un conjunto de personas.

Pero qué pasa cuando todas esas ganas de cambiar el mundo se tropiezan con la realidad y en particular, se encuentran con un grupo de personas que no pidió ni quiere ser ayudada. Los seres humanos analizamos las diferentes situaciones que se nos presentan a diario desde una óptica muy particular, la cual está relacionada con nuestras creencias, clase social, educación, tendencia política, experiencia, entre otros elementos, que nos hacen dibujarnos un deber ser del mundo en el que habitamos.

Esta característica puede jugarnos en contra a la hora de planificar una intervención social, si dejamos que nuestra visión del mundo prive sobre la de aquellos que supuestamente serán beneficiados por el proyecto. Ya que, lo que es bueno para cada uno de nosotros no necesariamente lo es para alguien más.

¿Qué debemos hacer entonces cuando nos enfrentamos a una situación como esta? En la que pretendemos satisfacer las necesidades de un grupo de personas que considera que está bien a pesar de la precariedad con la que puedan estar viviendo. En primer lugar debemos tener la capacidad de ESCUCHAR, entrevistarnos con los miembros de esa población objetivo y dejar que sean ellos quienes nos expresen sus necesidades, intereses y preocupaciones. Solo de esta manera podremos entender un poco su realidad y su visión del mundo, lo que definitivamente nos llevará a plantear soluciones más adecuadas a los posibles problemas que los aquejen.

Un segundo punto que considero importante es que, como equipo de proyecto, debemos estar en la capacidad de COMUNICAR a los afectados que existen diferentes alternativas a la situación por la cual están atravesando. Una de las causas por las cuales un conjunto de personas en estado de vulnerabilidad no considera la posibilidad de un cambio, es el desconocimiento de maneras de vida diferentes, por lo que no cuentan con un patrón de comparación.

En este punto debemos tener cuidado, no se trata de que el equipo de proyecto intente imponer unos parámetros de vida que considere mejores, sino de mostrar a los afectados que tienen la posibilidad de elegir entre su situación actual y otras posibles situaciones futuras.

En tercer lugar el equipo de proyecto debe convertirse en un factor MOTIVADOR. Muchas de las personas que viven marginadas, consideran que no tienen el derecho o la capacidad para optar a una vida de mayor calidad, esto puede ser el resultado de una baja autoestima causada por un sinfín de carencias y privaciones. Los miembros del equipo de intervención deben intentar EMPODERAR a estas personas, mostrarles que aunque en muchos casos no cuenten con recursos económicos, un alto grado de instrucción u otras capacidades, siempre se pueden encontrar alternativas para mejorar su calidad de vida.

Los proyectos sociales deben plantear soluciones que interpreten de la mejor manera posible la realidad del grupo de personas que se pretende asistir, transfiriendo conocimiento y creando incentivos para que el cambio generado pueda sostenerse en el tiempo. De lo contrario, la solución solo será parcial y generará frustración, entre los miembros del equipo y los beneficiarios.

Si buscamos en nuestro banco de memoria seguramente daremos con infinidad de casos donde personas que han sido “ayudadas” han regresado al punto de partida. En Venezuela, por ejemplo, se han dado casos de personas que han sido reubicadas de casas precarias en barrios marginales a viviendas mucho más seguras, pero, con el tiempo han decidido regresar a su situación inicial y de trabajadores informales que han sido formalizados, pero, deciden regresar a su estatus de informalidad. Esto, en muchos casos, es el resultado de plantear soluciones inconsultas y basadas solo en nuestra versión de lo que deberían ser las condiciones de vida mínimas con que debe contar una persona.

El trabajar en proyectos nos da la oportunidad, más allá de aprender un conjunto de técnicas y herramientas, de familiarizarnos y sensibilizarnos con las realidades de otras personas y de colaborar en la medida de nuestras posibilidades en la mejora de la calidad de vida de alguien más. En lo particular ha sido un lección de humildad, que me ha permitido crecer profesionalmente y me ha dado la oportunidad de ejercer el rol más importante que puede planteársenos en nuestra vida, el de ser humanos. 

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